El adulto mayor se encuentra en un proceso de transformación natural, dinámica, irreversible, progresiva y universal, debido a las modificaciones morfológicas, fisiológicas, bioquímicas, psicológicas y sociales (Pons, 2013). Posee oportunidades de crecimiento, desarrollo y experiencias como cualquier otra del ciclo de vida y debe hacer frente a circunstancias personales, laborales, familiares y sociales, que modifican la percepción de sí mismo, enfrentándose al envejecimiento conforme va avanzando su edad. Es una etapa de transición (MIES, 2012).
Chawla (1988) afirma que “los ancianos no siempre son dependientes a causa de su decadencia física, sino que lo son frecuentemente debido a la forma cómo son categorizados socialmente y a las presiones que se ejercen sobre ellos” (Zavala, 2006). Si bien es cierto que el envejecer implica un deterioro biológico, son las condiciones sociales de carencia de servicios y las ideas contenidas en el modelo médico tradicional las que restan oportunidades para que el coloquialmente e incorrectamente denominado «viejo» se mantenga activo y puedo valerse por sus propios medios. La carencia de una definición sociocultural del conjunto de actividades que serían específicas de los ancianos les hace sentirse inútiles y sin reconocimiento social. La falta de tareas específicas conlleva la dificultad para saber en qué concentrar los esfuerzos y en qué volcarse de modo de actualizar las propias potencialidades (MIES, 2012).
El proceso de envejecimiento difiere de acuerdo a la condición social; en su gran mayoría, las personas adultas mayores no conocen o tienen acceso limitado a programas del Estado. Al ser el envejecimiento un proceso multidimensional –que tiene incidencia en la persona, la familia y la comunidad–, “implica la puesta en marcha de acciones integrales, solidarias, que contribuyan a revalorizar el rol de las personas adultas mayores en la sociedad” (MIES, 2012, pág. 9). Esta misma situación es mejor comprendida y resuelta si se recurre a una visión integral que destaca otras características discriminatorias que pueden afectar a la misma persona y ofrece posibilidades institucionales más amplias, nacional y localmente. En el caso de la niñez se trata de la recuperación del interés superior desde la integralidad.